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Aproximadamente 1.300 millones de toneladas de comestibles al año se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a un tercio de la producción de la comida destinada al consumo humano.
El día 7 de junio se celebra el Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, que tiene como objetivo crear conciencia e inspirar acciones para ayudar a prevenir, detectar y gestionar los riesgos transmitidos por los productos alimenticios. El desperdicio y la pérdida de comestibles son problemas generalizados que ocurren a lo largo de toda la cadena de valor de los alimentos, desde la producción hasta el consumo y que afectan estrechamente al bienestar y la salud de las personas.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año se pierden o despilfarran en el mundo alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos, lo que representa un tercio de la producción destinada al consumidor, cada vez más acostumbrado a comprar en exceso.
Un 40% de las pérdidas se produce en las etapas de postcosecha y procesamiento. Entre las causas más comunes están las fluctuaciones de temperatura durante la cadena de suministro y una gestión deficiente en las etapas de almacenamiento y mantenimiento. Por este motivo, desde Moinsa, compañía experta en soluciones para optimizar la cadena de suministro, proponen medidas basadas en tecnología y automatización para combatir este fenómeno.
“Es esencial que las instalaciones de almacenamiento estén equipadas con sistemas de refrigeración que puedan mantener la cadena de frío incluso en condiciones climáticas adversas. Así, las empresas no solo garantizan la seguridad alimentaria de su cadena de suministro y minimizan el desperdicio de alimentos, sino que además obtienen ganancias en el proceso. Además, asegurar la trazabilidad en toda la cadena de suministro, permite controlar la caducidad de los alimentos perecederos y minimizar las pérdidas mediante una adecuada gestión de los stocks”, explica Ismael Herreros, CTO de Moinsa.
Desde la compañía animan a todos los actores de la cadena de suministro de alimentos a unirse a su compromiso de prevenir, detectar y gestionar los riesgos transmitidos por los alimentos, ayudando así a garantizar la salud y el bienestar de todos los consumidores. “En la actualidad, la logística del frío se ha convertido en un factor que transciende más allá de reducir tiempos, minimizar costes, generar mayores ganancias o ser más competitivos, ya que de ella dependen el bienestar y la salud de las personas”, concluye Herreros.